Veo consternada las imágenes del incendio forestal de Portugal. Tal vez porque pienso que podría ser yo misma o mi familia quien yendo de un pueblo a otro una tarde de sábado, nos viéramos atrapados en alguna de las carreteras que cursan entre los pinares de nuestra comarca…
… Así comencé a escribir hace unos días un artículo sobre la extinción de incendios forestales. Ayer, mi padre me comentaba que ese era un buen tema para este blog de temas controvertidos y que debería terminarlo. Por desgracia, hoy nos hemos despertado con la noticia de que estaban desalojando Mazagón, un pueblo al que por circunstancias personales recuerdo con mucho cariño.
Los que hemos crecido rodeados de pinos, en mi caso muy lejos de Huelva, sabemos el miedo que supone vivir con la amenaza constante de un incendio forestal. No sólo por el paisaje desolador que podría quedarnos si algún pequeño fuego llega a extenderse, sino por nuestra propia vida o la de la ganadería que pasta en el campo de la por cierto, vive mucha población rural.
Hace 60 o 70 años era normal que los caminos de los montes se transitaran a diario porque el uso de los recursos forestales era el medio de vida de muchas familias. La actividad económica local hacía que no fuera necesaria una política forestal o que esta fuera mínima. Ahora, sin embargo, muchos caminos están abandonados y apenas se ve por donde seguir cuando tratas de andar por ellos. Muchos árboles que nacen de forma natural demasiado juntos o rodeados de matorral, impiden el paso de personas entre ellos, también en caso de incendio. En aquel momento en que los caminos eran transitados por el ganado que comía monte bajo y también por las personas que cada día accedían al monte para trabajar, el mantenimiento de los bosques no era un asunto de debate. Ahora es una parte esencial de la política medioambiental.
Hoy en día casi nadie se dedica a este tipo de negocios. La resina, por ejemplo, fue sustituida por otros materiales sintéticos y poco a poco el campo ha ido quedando sólo para rutas de senderismo que en algunas zonas son casi inexistentes. El abandono del monte en España es desproporcional al crecimiento de la masa forestal, lo que hace que la política forestal se convierta en una prioridad en nuestro país. Y con esto me refiero a la política forestal completa que en conjunto desarrolle una manera sostenible de mantener en buen estado los bosques y por consiguiente, evite y reduzca el efecto de los incendios.
Este monte de la foto se encuentra en la sierra de Gavilanes, al sur de Avila. El mantenimiento depende de la Junta de Castilla y León pero la realidad es que sólo algunas partes están cuidadas, principalmente las que se explotan para trabajar madera y leña (previa autorización por las autoridades forestales).
En mi pueblo tenemos una frase que decimos mucho, “los incendios se apagan en invierno”. ¿Cómo? Pensará un urbanita afiliado a una asociación ecologista o algún político de ciudad. Sí. Te explico, hay otra frase que si se saca de contexto puede ser aterradora; “talar árboles para evitar incendios”, creo que fue George Bush quien la dijo. Efectivamente. Entremos en contexto. En primer lugar, los incendios se apagan evitando que sucedan, por ejemplo, evitando que haya demasiada masa forestal porque la sobrepoblación forestal es tan mala como la sobrepoblación demográfica. Además, los incendios se apagan con profesionales bien formados y bien pagados (no mediante subcontratas que trabajan al límite de la ley), con conocimiento del terreno y del plan de actuación, con los mejores medios posibles y con la potestad de actuar con rapidez.
Pero sin duda, los incendios se apagan evitando que empiecen y esto puede hacerse de varias formas:
- Por un lado, la prevención. Limpiar los montes en invierno supondría que a la hora de apagar un incendio, los bosques se encuentren despejados y los bomberos tengan libre el acceso, sin vegetación que les impida llegar hasta los puntos clave. Esta medida además, supondría puestos de trabajo estables durante todo el año en zonas donde el desempleo es una lacra social. Por otro lado, profesionalizar los bomberos forestales como lo están los bomberos urbanos. Me pregunto si los Ministros, Consejeros y políticos de turno se han parado a pensar en esto, de forma que a la hora de extinguir un incendio no sean los chicos jóvenes de los pueblos quienes se jueguen la vida sin tener el conocimiento suficiente sobre cómo actuar en casos de emergencia absoluta. Estos chicos en muchas ocasiones son voluntarios que se juegan la vida ante la impotencia de ver arder su monte. Además, el fomento de actividades económicas relacionadas con el sector forestal (siempre bajo control y sentido común) ayuda a que el bosque esté conservado y protegido.
- Por otro lado la concienciación sobre la necesidad absoluta de proteger el medio ambiente (fauna y flora). Todos nos tenemos que concienciar. Y todos, es todos; personas caprichosas, pirómanos, constructores, agricultores, empresarios, legisladores y todos aquellos que sobreponen el valor de la actividad económica por encima de la medioambiental porque todos somos en definitiva ciudadanos de a pie que necesitamos oxígeno para respirar. Y con esto, ¡ojo! que nadie se confunda. No soy una ecologista vegana que se transporte en bici y viva haciendo cestas de mimbre con cuatro gatos. No quiero decir que no haya que dar lugar a la actividad económica precisamente en zonas rurales pero nunca sobreponiéndola a la sostenibilidad medioambiental. Ambas son perfectamente compatibles y la una se beneficia de la otra. De esta forma la política forestal podría estar enfocada al logro del Desarrollo Sostenible en sus tres vertientes (medioambiental, económica y social).
A este balance entre actividad económica y conservación sostenible de la masa forestal hace referencia la polémica Ley de Montes 21/2015, de 20 de julio, modificación de la Ley aprobada en 2003, de la que destaco los siguientes puntos:
- Artículo 36. Aprovechamientos forestales
- Artículo 37. Aprovechamientos maderables y leñosos
- Artículo 39. Delimitación del uso forestal en el planeamiento urbanístico
- Artículo 48. Zonas de alto riesgo de incendio
El contexto general de la ley se basa en la idea de desarrollar económicamente el sector forestal mediante la explotación de los recursos forestales y la silvicultura, aprovechando esta oportunidad para crear empleo en las zonas rurales. Como comenté antes el caso de la resina, desde que los resineros dejaron de explotar este recurso forestal, el monte está mucho más abandonado y descuidado. Este es un caso real que estamos viendo en los pinares del Valle del Tiétar en Ávila.
Por otro lado, existe un punto controvertido en esta ley del que todo el mundo habla estos días, la posibilidad de recalificar terreno quemado para terrenos en que concurran razones imperiosas de interés general de primer orden que resulten prevalentes sobre su carácter forestal. Artículo 50 de la ley mencionada anteriormente. Cabe destacar la subjetividad del concepto “interés general”. ¿Es interés general una carretera? Habría que determinar de forma objetiva el número de usuarios, si ese proyecto se encontraba en proceso antes del incendio, quien saldría beneficiado en caso de recalificación del suelo y sobre todo, habría que determinar de forma objetiva el impacto de hacerlo o no y si realmente no existen otras opciones porque la recalificación es un caldo de cultivo para futuros incendios.
En definitiva, lo que necesita el campo es atención y presupuesto. La gente de pueblo lo sabe bien. Se necesitan huertas entre los bosques que hagan de pequeños cortafuegos y también se necesitan grandes cortafuegos que impidan absolutamente que el fuego pase. Se necesita que las autoridades controlen pero permitan el uso de los bosques para sacar madera, leña, corcho, resina, piñas para barbacoas y chimeneas, etc. Se necesita que todos seamos conscientes de que no se puede abandonar el monte, y si se hace, la extinción de incendios y por ende nuestra existencia como especie, será mucho más difícil.
Si entiendes sobre el tema, puedes comentar. Hagamos una comunidad más sensata 🙂