Hace unos días recordé el cuaderno verde donde apunté todo lo que pasó en el Tour de Francia del 98, probablemente el más polémico de la historia. Un par de meses después grabé una cinta (eso que se metía en el radio cassette) con mis crónicas sobre la Vuelta a España.
Tenía 14 años y no me planteaba lo que quería hacer cuando fuera mayor. Lo hacía porque me aburrían las tardes de verano y porque me apasionaba el ciclismo. También me gustaba cocinar pero a mi madre, que había trabajado en hostelería, le horrorizaba la idea de verme trabajar cuando todo el mundo estuviera de fiesta, así que se encargó de quitarme la idea.
Después se me olvidó todo aquello y mis padres me dijeron… “estudia lo que quieras pero que te dé de comer” (¿sin cocinar? 😉 ). Y eso hice. Seguí escribiendo pero sólo para mí y de vez en cuando. Seguí cocinando pero poco a poco perdí el entusiasmo y la creatividad que le ponía con 14 años. El talento, si es que lo tenía, se diluyó.
Cuento esto mientras recuerdo mi selección de carreras al terminar selectividad… ADE, economía y magisterio. ¿Y las crónicas deportivas? ¿Y las artes culinarias? Como veréis, no aparecen por ningún sitio…
Durante años me olvidé por completo de mis relatos. A veces escribía para desahogarme, igual que cocinaba platos saludables para cuidarme. Mi idea de estudiante de facultad de económicas en plena década de crecimiento económico, era que al acabar la carrera quería trabajar en una multinacional (preferiblemente alemana). No me planteaba qué era lo que quería hacer, sólo donde. Sí, sí, sí… los sueños se cumplen así que hay que tener cuidado con lo que uno sueña. ¿Y mis escrituras literarias? ¿Y mis artes culinarias?
He estado años sin acordarme de aquel cuaderno verde. Si volví a escribir fue porque las ganas de hacerlo brotaron por donde menos me lo esperaba, no porque me propusiera hacerlo de antemano. Un Máster en finanzas que me llevó a hacer un curso de Social Media que me llevó a empezar un blog y… ¡aquí estoy!
El talento es eso que se hace cuando eres pequeño y te aburres. Lo difícil es conseguir monetizar ese talento cuando creces y la sociedad te va influyendo, aún con su mejor intención. Ese es el verdadero talento, hacer que tu pasión sea fuente de creación de valor, tanto como que te paguen por ello.
En mi opinión, abandonar la idea de hacer eso que nos llena, nos motiva y nos tiene la cabeza ocupada, creyendo que cualquier trabajo sirve porque sólo se trata de ganar dinero, es un gran error. El trabajo forma parte de la vida así como la vida sigue mientras trabajamos. No podemos olvidarnos del uno en la otra y de la otra en el uno. Si has tenido un mal día en el trabajo, llegas a casa dándole vueltas o soñando con ese fichero Excel. Si tu pareja te ha dejado o tu padre está en el hospital, tienes la sensibilidad al límite como para discutir temas complicados o hacer una tarea con concentración. Somos personas y el trabajo es mucho más que ganar dinero. Es nuestro día a día, los que vivimos solos lo notamos más. Hay días en los que sólo hablamos con compañeros de trabajo, por lo que trabajar es un acto social vital que va más allá de lo laboral.
Por eso, hacer algo que nos llene, nos guste, nos motive y nos haga sentir bien, es la raíz para afrontar la vida con otra actitud. Nadie dice que desarrollar el talento y las pasiones hasta lograr monetizarlas, vaya a eximirnos de tener problemas. Siempre pasaremos algún huracán. Ningún trabajo, como ninguna vida, es fácil ni está exento de momentos difíciles. La diferencia es ser un tronco seco o ser el árbol frondoso bien enraizado. Se puede caer una rama pero es más difícil que se caiga un árbol entero si las raíces crecen en tierra fértil.
¿Y tú, qué haces cuando te aburres?